En la segunda sesión de comunicaciones del pasado martes 6
de mayo se hizo un recorrido por las experiencias vividas por varios personajes
públicos del siglo XIX.
Tras la vuelta a España de Fernando VII y la derogación de
la Constitución de 1812, numerosas figuras públicas, cuya ideología se acercaba
a la que defendía dicha constitución, se vieron coaccionados por el Nuevo
Régimen Absolutista impuesto por el monarca y fueron víctimas de persecuciones,
condenas y, en muchos casos, se vieron obligados a exiliarse para salvar sus
vidas.
En primer lugar, Alejandro Pérez habló de la pena de muerte
de Bartolomé José Gallardo en 1814, representante de Andalucía en las Cortes,
encabezó la lista de liberales perseguidos y huyó a Madrid, posteriormente a
Portugal y, finalmente, se exilió a Inglaterra. En las declaraciones de Molle
contra los liberales se acusó a Gallardo de fracción antidemocrática contre el
altar, de colaborar con los franceses.
Afortunadamente, el 22 de diciembre de 1815 Fernando VII,
debido a la influencia de Inglaterra, conmutó la pena de Gallardo.
En 1820 durante un discurso en Londres, Gallardo hizo un
escueto comentario sobre el tema.
Julián Recuenco informó sobre la vida de Nicolás García
Page, diputado liberal entre 1813 y 1814, defensor del progreso y la libertad.
Estuvo en el convento- prisión La Salceda; durante su persecución, las tropas
absolutistas fueron a detenerlo a su casa (no estaba allí) y lo sellaron todo
para preservar la información. Tras la muerte de Fernando VII pudo regresar a
España del exilio.
Joaquín Lorenzo Villanueva realizó escritos sobre la vida de
García Page.
La tercera intervención fue la de Felipe Rodríguez, que
habló sobre el impresor liberal Miguel Domingo. Debido a su participación en periódicos
liberales como La antorcha, Diario mercantil, Imparcial, La aurora,
etc. sufrió junto con su familia la persecución estatal. Estuvo en cautiverio
desde septiembre de 1814 hasta abril de 1815 en Palma. Fue exiliado a los 48
años.
Un folleto anónimo de 1821 nos da información sobre el caso.
En cuarto lugar, Alberto Romero hizo una comparación entre
la vida de dos escritores exiliados: Martínez de la Rosa y José Joaquín de
Mora, cuyas obras son reflejo de sus experiencias vitales.
La rebelión de los moriscos
de Martínez de la Rosa propone elaborar un concepto europeo moderno sobre la
nación basándose en la subjetividad fronteriza de la época de la España
musulmana. Al estar exiliado en París, dicha obra fue estrenada allí, donde
tuvo bastante éxito. En ella expone una visión romántica y pintoresca, hace
crítica pero huye de posturas radicales; se trata de un planto por el abandono
de la tierra y la nostalgia que ello provoca.
Ambos escritores comparten el imaginario hispánico de los
exiliados, la visión de España desde fuera, no obstante, lo hacen desde las dos
distintas caras de la moneda, la del éxito y la de la incomprensión.
Por último, José Saldaña disertó sobre la Guerra de la
Independencia en el Suroeste, concretamente en Huelva; comentó el enriquecimiento
de municipios onubenses durante el proceso de Restauración absolutista, la
importancia de las casas señoriales y el restablecimiento de alcaldías. Fue
determinante la nueva realidad social, política y laboral, la presión ejercida
por la violencia de entonces y el papel de las élites locales.
Personalmente, los casos que más suscitaron mi interés
fueron los de los escritores exiliados Martínez de la Rosa y José Joaquín de
Mora. No obstante, el acto completo fue muy instructivo, nos ayuda a empatizar con
el pensamiento de la época y, de esta manera, a comprender mejor cómo esas
circunstancias del pasado nos han llevado a ser lo que somos en el presente.
Alba González González
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