jueves, 22 de mayo de 2014

Don Juan: del mito al hombre.

Don Juan: del mito al hombre.



No podemos obviar que el ente literario arquetípico del ‘Don Juan’ es de los más acertados para reflejar, cayendo en la generalización, al hombre español por antonomasia. Aunque es difícil discernir hasta qué punto la creación e invención de este personaje influyó en la tendencia del “donjuanismo” en el hombre español, o si realmente su creador, Tirso de Molina, se inspiró en la idiosincrasia e índole innata de este y la plasmó dejándola patente y haciéndola eterna y atemporal.

Algunos historiadores de la talla de Gregorio Marañón atisbaban la existencia real de Don Juan Tenorio. En cuanto al ámbito literario, el nacimiento del personaje se data en 1630, en la obra del ya mencionado Tirso de Molina El burlador de Sevilla y convidado de piedra. Posteriormente, muchos han sido los autores, de la dimensión de Byron o Moliere, que han llevado al Don Juan a sus páginas, traspasando fronteras, y barreras ideológicas y temporales sobre las que hablaremos ahora.

200 años después, José Zorrilla crea su Don Juan; sigue siendo pícaro, con alma libertina de burlador y a veces, para a la crítica posterior,  un personaje incluso narcisista y caprichoso, además de poseedor de cierta tendencia homosexual. La novedad viene introducida por la humanización que se produce de este personaje: en el final de la obra, el personaje deja entrever que su personalidad sacrílega y alejada de toda purificación, es solo una máscara que tapa la inseguridad del caballero.

 La trama de Zorrilla está enmarcada en una Sevilla en tiempos de carnaval; quizás este marco temporal encarne los dos extremos que se enfrentan en la obra: el carnaval, fiesta originariamente pagana, en la que lo moral y lo social se reducían al libertinaje (representado por Don Juan), y la cuaresma, el tiempo de purificación del espíritu hasta la llegada de la semana santa (representado por Doña Inés). Del amor que profesa Don Juan por Doña Inés nace el afán de salvación del personaje, y el arrepentimiento por las inmoralidades cometidas en su vida anteriormente. 

Por lo tanto, la salvación del alma de Don Juan viene de manos del amor, todo ello regado con la religiosidad procedente de la pluma del autor, porque a pesar de ser romántico, Zorrilla era un hombre creyente que salvó al protagonista de las sombras arrastrado por la luz celestial de la inocente y pura Doña Inés.


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