sábado, 7 de junio de 2014

Meléndez Valdés, un escritor prolífico

A pesar de la pesimista idea que se suele tener acerca de la poesía del siglo XVIII, idea estimulada quizá por desconocimiento, no debemos dejar en el olvido a grandes literatos de entonces. Uno de los autores más célebres de la época fue el pacense Juan Meléndez Valdés, quien gracias a la variedad de registros temáticos y estilísticos que exhibe en su obra nos ayuda a obtener una idea general de cómo era la poesía setecentista.
Para ilustrar lo mencionado anteriormente vamos a desglosar varios de sus poemas, podremos así contrastarlos y ver los diferentes movimientos que tenían cabida en la lírica dieciochesca.

En primer lugar trataremos el poema De mis niñeces, encuadrado en sus odas amorosas; en él se cuenta cómo el transcurso del tiempo hizo que el escritor transitara de la inocencia de la niñez y los juegos con su amiga Dorila, musa poética imaginaria, al surgir de los sentimientos amorosos entre ellos; amor que aparece proyectado en la naturaleza con imágenes como la de las tórtolas. Debemos, pues, localizar estas estrofas dentro de poesía amorosa de la etapa rococó.
Dentro de esta estética rococó podemos incluir también su poema A unos lindos ojos; se trata de una letrilla de temática amorosa similar a aquellas que cultivaron durante el Barroco autores como Góngora. De ella destacamos el carácter folclórico, a imitación de las canciones populares, y la musicalidad que aportan la rima consonante y la repetición del estribillo.

Más adelante la poesía de Meléndez Valdés va adquiriendo una estética diferente; las oraciones se van tornando más complejas y se reducen tanto las rimas como la musicalidad de las composiciones, introduciéndose así dentro de la corriente neoclasicista. Esta transición la podemos observar en el romance XV Los segadores donde se desarrolla una poesía filosófica y didáctica; en ella se exalta la labor de un campesino llamado Plácido que anima a los jóvenes segadores a trabajar y desarrollar la virtud y la generosidad. Cabe decir que la inclusión de figuras costumbristas en la lírica, como es la del segador, es característica de la poesía ilustrada en su intento por conseguir la igualdad social de los ciudadanos.

No obstante, este neoclasicismo lírico del que hablamos se va modificando; los versos van siendo más prosaicos y en ellos se introducen las inquietudes y los sentimientos del poeta, lo cual nos anticipa la poesía que se desarrollará más tarde durante el Romanticismo. Este matiz que se añade al Neoclasicismo dará lugar a un movimiento subyugado al mismo denominado Neoclasicismo Heterodoxo.
Dentro de esta nueva estética podemos destacar los poemas de temática religiosa y filosófica de Meléndez Valdés, como la oda La presencia de Dios; en ella el poeta habla de la omnipresencia de Dios, de su carácter hacedor y regenerador y de la fe tiene en él.  Son rasgos destacables del poema la gran extensión de las oraciones, la abundancia de encabalgamientos y el simbolismo intertextual tomado de poetas místicos y ascéticos, como la llama (Santa Teresa de Jesús), el monte y la noche (San Juan de la Cruz), entre otros.


Tras este escueto análisis, y gracias a la figura de Juan Meléndez Valdés, podemos sintetizar en qué consistió la lírica setecentista y dilucidar la pluralidad estética que se desarrolló en esta etapa de la Literatura Española.

Alba González González

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