A pesar de la pesimista idea que se suele tener acerca de la
poesía del siglo XVIII, idea estimulada quizá por desconocimiento, no debemos
dejar en el olvido a grandes literatos de entonces. Uno de los autores más célebres
de la época fue el pacense Juan Meléndez Valdés, quien gracias a la variedad de
registros temáticos y estilísticos que exhibe en su obra nos ayuda a obtener
una idea general de cómo era la poesía setecentista.
Para ilustrar lo mencionado anteriormente vamos a desglosar
varios de sus poemas, podremos así contrastarlos y ver los diferentes
movimientos que tenían cabida en la lírica dieciochesca.

Dentro de esta estética rococó podemos incluir también su
poema A unos lindos ojos; se trata de
una letrilla de temática amorosa similar a aquellas que cultivaron durante el
Barroco autores como Góngora. De ella destacamos el carácter folclórico, a
imitación de las canciones populares, y la musicalidad que aportan la rima
consonante y la repetición del estribillo.
Más adelante la poesía de Meléndez Valdés va adquiriendo una
estética diferente; las oraciones se van tornando más complejas y se reducen tanto
las rimas como la musicalidad de las composiciones, introduciéndose así dentro
de la corriente neoclasicista. Esta transición la podemos observar en el
romance XV Los segadores donde se
desarrolla una poesía filosófica y didáctica; en ella se exalta la labor de un
campesino llamado Plácido que anima a los jóvenes segadores a trabajar y
desarrollar la virtud y la generosidad. Cabe decir que la inclusión de figuras
costumbristas en la lírica, como es la del segador, es característica de la
poesía ilustrada en su intento por conseguir la igualdad social de los
ciudadanos.
No obstante, este neoclasicismo lírico del que hablamos se
va modificando; los versos van siendo más prosaicos y en ellos se introducen
las inquietudes y los sentimientos del poeta, lo cual nos anticipa la poesía
que se desarrollará más tarde durante el Romanticismo. Este matiz que se añade
al Neoclasicismo dará lugar a un movimiento subyugado al mismo denominado
Neoclasicismo Heterodoxo.
Dentro de esta nueva estética podemos destacar los poemas de
temática religiosa y filosófica de Meléndez Valdés, como la oda La presencia de Dios; en ella el poeta
habla de la omnipresencia de Dios, de su carácter hacedor y regenerador y de la
fe tiene en él. Son rasgos destacables
del poema la gran extensión de las oraciones, la abundancia de encabalgamientos
y el simbolismo intertextual tomado de poetas místicos y ascéticos, como la
llama (Santa Teresa de Jesús), el monte y la noche (San Juan de la Cruz), entre
otros.
Tras este escueto análisis, y gracias a la figura de Juan
Meléndez Valdés, podemos sintetizar en qué consistió la lírica setecentista y
dilucidar la pluralidad estética que se desarrolló en esta etapa de la
Literatura Española.
Alba González González
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