El capítulo veintiséis de La Regenta es muy controvertido y la vez relevante debido a la gran
carga argumental que posee. Para comprender la importancia de dicho contenido
vamos a analizar las distintas actitudes de varios de los personajes de la
trama.
Primeramente, observamos cómo la reunión de mujeres es el
fiel reflejo del pensamiento de la sociedad vetustense, la cual se dedica a
imponer unos dogmas irrefutables y todo lo que se aparta de ellos es objeto de
crítica, como es la estación de penitencia de Ana Ozores.
Entonces, ¿qué concepto es el que tienen los vetustenses
sobre la religión? Según la Marquesa la religión ha de ser ilustrada, con
devoción racional, y se deben realizar ciertas acciones de caridad; vestirse de
nazareno, o de "mamarracho", como hará Ana es intolerable.
Por otra parte, encontramos la siempre egocéntrica
personalidad de Obdulia que, más que en el acto de fe, se preocupa más de la
exhibición, de las ropas y la combinación de colores y formas, es decir, centra
su atención en lo estético; esto podemos establecerlo como simbolismo del mundo
de apariencias que es Vetusta.
Por su lado, Visita hace crítica a la actitud del marido de
la Regenta, don Víctor, cuya impasible personalidad se ve alterada por la
rebeldía de su mujer. A pesar de su enojo, Quintanar no se enfrenta a Ana ni le
recrimina nada; el ex regente se limita a refugiarse en la literatura y todo en
su vida es equiparable a las comedias que lee, será este carácter de evasión
quijotesca el detonante de su aciago final.
Esta acción de piedad de Ana suma
otro triunfo para el Magistral, quien rebosa felicidad por la gloria conseguida
días anteriores tras convertir al cristianismo al ateo Pompeyo Guimarán. Estas victorias
no sólo suponen logros espirituales sino que lo engrandecen con respecto a sus
rivales, especialmente Mesía, de cuyas garras consigue apartar a Ana llevándola
por el camino de la fe. Ya en su día le demostró el Magistral su valía y superioridad
cuando lo dejó en ridículo al salvar a Obdulia en el episodio del columpio.

¿Cómo acertar? ¿Qué acto ha de suponerse correcto para los
ojos de esa crítica sociedad vetustense que oculta su hipocresía bajo el velo
de un falso didactismo moral?
Es irrisorio cómo hacen feroz crítica del acto de fe de Ana
cuando son ellos mismos los que avivan el escándalo dándole importancia y casi
dejando en el olvido la muerte de Pompeyo Guimarán dos días antes. Mas no está
esa actitud social muy alejada de la actual, donde no somos más que producto de
lo que los demás desean; me permito la licencia de incluir un enlace a un
ensayo filosófico donde hago reflexión sobre el tema
Finalmente, cabe mencionar las principales características del Realismo que encontramos en el fragmento aludido, entre las que destacan: el uso de un lenguaje coloquial para acercar la narración al mundo cotidiano como, por ejemplo, los vocablos y expresiones usados durante el coloquio de las mujeres ("mamarracho", "a regañadientes", "calzonazos", etc.); en las descripciones del narrador reinan la objetividad e imparcialidad, rasgos muy característicos de este movimiento; también se recurre continuamente al uso del estilo indirecto para expresar los pensamientos de los personajes; hallamos continuas alusiones al mundo de la época, como es la influencia francesa en la España ilustrada a través de la incorporación de extranjerismos ("marrón foncé", "cachet"); es, además, una manifestación realista la localización espacio-temporal ("El Jueves Santo llegó...", "En casa de Vegallana...", "El Viernes Santo amaneció...").
Alba González González
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