
En primer lugar, debemos destacar los hallazgos donjuanescos
en la novela escrita por Leopoldo Alas, “Clarín”. A pesar de localizarse
estéticamente dentro de la corriente realista en España debe gran parte de su
contenido argumental a un drama romántico, Don
Juan Tenorio del vallisoletano José Zorrilla. Puede parecer un disparate
comparar ambas obras, una de estética realista-naturalista y otra romántica,
pero se perciben múltiples pinceladas del drama en la obra de Clarín.

A mi parecer, nuestra Regenta no es como la dócil Doña Inés de
Zorrilla que se deja seducir y en la que ella misma se ve reflejada durante su
jornada en el teatro vetustense. Por el contrario, ella es quien decide
participar en el juego de seducción y lo deja surgir. Es, además, una persona
con gran temperamento, decidida y muy impulsiva, un espíritu rebelde que desde
el principio de la obra se opone a los dogmas de la sociedad vetustense. En
varias ocasiones la denominan como “romántica” de manera peyorativa, tanto
Obdulia como Visitación, y parte de razón no les falta ya que Ana es puro
sentimiento. Y es esta nueva perspectiva literatura en la que se contrapone la
figura romántica de Ana a la arcaica sociedad de Vetusta la que nos demuestra
el naturalismo de la obra a través del vencimiento, cómo Ana sucumbe a esa
población.
Sin embargo, no debemos adquirir la actitud dictatorial y de
férrea crítica como hace Vetusta para atribuir la culpa del adulterio en Ana;
la culpa es de ambos, de la sociedad hipócrita que los rodea y también es la
circunstancia la que los impulsa a ello. La razón por la que Ana sucumbe a las
tentaciones de Álvaro puede tener sus causas en su carácter temperamental, muy
condicionado por la infancia que vivió: la educación de su liberal padre, la
moral de su institutriz inglesa y la influencia de sus tías, las cuales la
llevaron a tomar la precipitada decisión de contraer matrimonio con Víctor
Quintanar, un matrimonio insatisfactorio que exaspera el ánimo impetuoso de Ana.
Por tanto, ella intenta contrarrestarlo buscando ideales y motivaciones, como
la religión y la fe y, posteriormente, su idilio amoroso con Mesía.
Para finalizar, se podría hacer balance de la obra con dos palabras: hipocresía social. Sí, esa hipocresía característica de Vetusta es la misma que sigue flagrante en la sociedad actual donde lo que más importa es la apariencia, donde se imponen los pensamientos de una gran mayoría que cohíben a los individuos limitando sus libertades e incidiendo en sus gustos.
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