Nos encontramos ante un texto de La Regenta de Leopoldo Alas
Clarín (1884-1885) que se enmarca dentro del vigésimo sexto capítulo.
Este fragmento puede dividirse en dos partes marcadas por el
transcurso temporal: la primera parte tiene lugar a lo largo del Jueves Santo y
podemos observar concretamente el momento en que la marquesa de Vegallana,
Obdulia, Visitación y doña Petronila, quienes se encuentran reunidas en el
gabinete de la marquesa, comentan la noticia impactante que se ha difundido por
la ciudad de Vetusta: Anita Ozores, saldría de nazarena en la procesión del
Viernes Santo. Asistimos, pues, a una escena puramente cotidiana, rasgo muy
propio de la literatura realista, en la que las susodichas señoras muestran sus
reacciones e intercambian sus impresiones acerca de la “locura” que está
dispuesta a cometer la Regenta, pues consideran que no es un acto de devoción
mesurado, sino de fanatismo irracional. Así, las protagonistas de esta escena
se dedican a “poner a caldo” a la de Ozores, práctica muy común a lo largo de
dicha obra en la que sus personajes están fuertemente marcados por el afán de
aparentar con el fin de no convertirse en el punto de mira de las críticas del
resto de habitantes de Vetusta.

A continuación, se narra la entrada del marqués junto a don
Victor Quintanar con el que las señoras siguen comentando acerca de los hechos
referentes a la protagonista de la obra. De esta manera, el lector es conocedor
de la oposición del ex regente con respecto a las intenciones de su mujer.
Asimismo, desvela de dónde ha salido la idea de su esposa: lo había visto en
una procesión en Zaragoza.
En cuanto a la segunda parte de este extracto de la obra,
tiene lugar ya en el día del Viernes Santo. Así, en un primer momento se hace
referencia a los pensamientos de Fermín de Pas, el cual se enorgullece de sus
triunfos: en cuestión de un par de días su autoridad se ha visto incrementada
gracias a la conversión del ateo más importante de la ciudad, Pompeyo Guimarán,
y al acto de penitencia que se dispone a hacer la Regenta y que simbolizará la
sumisión de la mujer más importante de Vetusta al poder del Magistral.
Mientras tanto, en un segundo momento la acción se centra en los pensamientos de la
Regenta, quien se muestra arrepentida de su decisión de salir como penitente en
la procesión, pues es consciente de que se trata de un acto en el que se va a
exponer públicamente y suscitará las habladurías de los habitantes de Vetusta,
uno de los grandes miedos de la protagonista.
Así pues, esta segunda parte está marcada por un rasgo muy
propio del realismo: se exponen los pensamientos más íntimos de los
protagonistas a través del estilo indirecto libre en el que el narrador
desaparece dando lugar a la reproducción exacta de las cavilaciones de los personajes.
Del mismo modo, es un recurso realista el uso del lenguaje coloquial y relajado
utilizado en la conversación que mantienen las féminas en la primera parte de
este fragmento.
Se trata pues, en conclusión, de un fragmento propio del
realismo en el que se representa de forma verosímil un trozo de vida
perfectamente enmarcado espacio-temporalmente: se narran los sucesos que
acontecen a la Regenta y a sus conciudadanos en los días de Pascua.
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