lunes, 23 de junio de 2014

Don Juan para los amigos.

El Romanticismo en España se convertirá en un pensamiento centrado principalmente en el sentimiento del ser humano, debido a las crisis que asola el país en la época.

El romanticismo influirá en escritores tan trascendentales como José de Espronceda, Bécquer o Zorrilla, que influidos por la pasión desbocada, harán de sus obras un hito en la literatura española.

Si nos centramos en el pacense José de Espronceda (1808), decir primero que se trata de un autor rebelde que profesa una forma liberal del romanticismo, y después citar algunas de sus obras importantes como El estudiante de Salamanca, El diablo mundo o, su conocido poema, La canción del pirata.

Cerrando nuestro foco aun más, y atendiendo a su obra El estudiante de Salamanca, veremos que  es un claro ejemplo del Donjuanismo tan imperante en la época. Antecedentes de Don Feliz de Montemar podrían ser El Don juan Tenorio de Zorrilla, o El burlador de Sevilla.

El mundo de ultratumba,  la visión de su propio entierro… Todo ello visto antes en otras obras, además de la locura coincidente en los tres personajes, hacen que sean obras cortadas por un mismo patrón, el romántico.
 




La novedad viene introducida por que este “Don Juan” (Felix), es un personaje mucho más cínico y rebelde, que no profesa un amor verdadero por Elvira, su amada.

Esta obra acabará con un trágico final donde nuestro protagonista descubrirá su estado de desgracia (muerte) al besar al espectro femenino transformado en esqueleto, otro paralelismo con el argumento de otras obras anteriores.

En definitiva, nos encontramos ante la influencia del “Donjuanismo” y la repercusión que tuvo este canon de personaje durante una época brillante de la literatura española: el Romanticismo.







Análisis general de La Regenta

Para analizar de manera general La Regenta vamos a exponer varias reflexiones sobre la obra, su intertextualidad, la actualidad de sus temas y cierta simbología y rasgos destacables. Cabe decir que la adaptación televisiva de la novela es útil para comprender la trama argumental pero insuficiente para comprender la psicología de los personajes, aunque no todas ya que la de Ana es prácticamente ininteligible.



En primer lugar, debemos destacar los hallazgos donjuanescos en la novela escrita por Leopoldo Alas, “Clarín”. A pesar de localizarse estéticamente dentro de la corriente realista en España debe gran parte de su contenido argumental a un drama romántico, Don Juan Tenorio del vallisoletano José Zorrilla. Puede parecer un disparate comparar ambas obras, una de estética realista-naturalista y otra romántica, pero se perciben múltiples pinceladas del drama en la obra de Clarín.
En la obra se denomina frecuentemente a don Álvaro Mesía como el donjuán de Vetusta, y no es un desacierto ya que se perciben grandes similitudes entre el comportamiento y carácter de ambos personajes. Incluso la manera en que van sucediendo los hechos nos recuerdan a la acción de Don Juan Tenorio; por ejemplo, la forma en que Mesía irrumpe por las noches en la quinta de los Ozores nos figura a Don Juan asaltando el convento para conquistar a Doña Inés. También podemos destacar la “universalidad” amorosa del Tenorio y Mesía, es decir, las múltiples conquistas de mujeres de toda clase y procedencia, demostrado con las aventuras tanto del pasado como del presente de Mesía, con Visitación, Obdulia, Petra,… Además el final de la obra con la huída de Álvaro a Madrid nos recuerda a la marcha de Don Juan a Italia.

A mi parecer, nuestra Regenta no es como la dócil Doña Inés de Zorrilla que se deja seducir y en la que ella misma se ve reflejada durante su jornada en el teatro vetustense. Por el contrario, ella es quien decide participar en el juego de seducción y lo deja surgir. Es, además, una persona con gran temperamento, decidida y muy impulsiva, un espíritu rebelde que desde el principio de la obra se opone a los dogmas de la sociedad vetustense. En varias ocasiones la denominan como “romántica” de manera peyorativa, tanto Obdulia como Visitación, y parte de razón no les falta ya que Ana es puro sentimiento. Y es esta nueva perspectiva literatura en la que se contrapone la figura romántica de Ana a la arcaica sociedad de Vetusta la que nos demuestra el naturalismo de la obra a través del vencimiento, cómo Ana sucumbe a esa población.
Sin embargo, no debemos adquirir la actitud dictatorial y de férrea crítica como hace Vetusta para atribuir la culpa del adulterio en Ana; la culpa es de ambos, de la sociedad hipócrita que los rodea y también es la circunstancia la que los impulsa a ello. La razón por la que Ana sucumbe a las tentaciones de Álvaro puede tener sus causas en su carácter temperamental, muy condicionado por la infancia que vivió: la educación de su liberal padre, la moral de su institutriz inglesa y la influencia de sus tías, las cuales la llevaron a tomar la precipitada decisión de contraer matrimonio con Víctor Quintanar, un matrimonio insatisfactorio que exaspera el ánimo impetuoso de Ana. Por tanto, ella intenta contrarrestarlo buscando ideales y motivaciones, como la religión y la fe y, posteriormente, su idilio amoroso con Mesía.


Es muy singular percibir cómo toda la sociedad de Vetusta esconde sus pasiones, promiscuidad y lascivia bajo sus ropas y apariencias, cómo muchos personajes cometen adulterio y lo disimulan criticando la ofensa de Ana. También sorprende la acogida que tiene la figura de Álvaro en Vetusta, donde, a pesar de su forma de vida libertina y sus ideales reformistas, se le alaba y se le tiene gran aprecio y consideración como uno de los ciudadanos más queridos.

Para finalizar, se podría hacer balance de la obra con dos palabras: hipocresía social. Sí, esa hipocresía característica de Vetusta es la misma que sigue flagrante en la sociedad actual donde lo que más importa es la apariencia, donde se imponen los pensamientos de una gran mayoría que cohíben a los individuos limitando sus libertades e incidiendo en sus gustos.


Alba González González

La Regenta y su debate interno.

Este texto, se enmarca dentro del capítulo XXVI de La Regenta, obra de Leopoldo Alas Clarín.

En este capítulo, Ana Ozores decide hacer penitencia como nazarena después de una promesa que hizo al Magistral.

Es significativo, a mi parecer, que en este capítulo se reflejen las tres fuerzas que convergen en Ana a lo largo de toda la obra, las que configuran su personalidad: la voluntad del Magistral, que la influye indudable e innegablemente ,  llegando a anular la voluntad misma de la protagonista durante toda la obra; Actúa también sobre Ana la fuerza  del entorno vetustense ( la ciudad entera se convierte en conciencia religiosa y moral de Ana
) ; y , para terminar, la fuerza de su propia voluntad. Además de también tener en cuenta la opinión de su marido, Víctor Quintanar.

En este fragmento, ennmarcado en el Jueves Santo, podemos observar concretamente el momento en que la marquesa de Vegallana, Doña Petronila, Obdulia, y Visitación  comentan la noticia de que Anita Ozores, saldría de nazarena en la procesión del Viernes Santo. Nunca antes en Vetusta una señora había salido de Nazarena, y mucho menos descalza y no era este un comportamiento ejemplar a los ojos de Vetusta. Estas señoras, muestran sus impresiones sobre la noticia, y critican  catalogan a Ana de procesar un fanatismo irracional, no devoción. Se trata de una escena marcada por la cotidianidad. Lo cierto es, que en una de las protagonistas de este  podemos ver un atisbo de envidia, a Obdulia le removía por dentro; sin embargo, son incapaces de mostrar un ápice de conformidad con la decisión de Ana, ya que con ello se pondrían en contra del resto de pueblerinos.
Esta no es una decisión que haya tomado Ana Ozores por si misma, sino que ha sido inducida por el Magistral, delante de quien se arrodilla y le promete que por él saldrá en la procesión, vestida de Nazarena y descalza.
Todos pensaron que aquella mujer estaba loca, su esposo, Vetusta e incluso ella misma, que se da cuenta de que se sale de lo dogmático.


Don Víctor Quintanar, por otro lado, se siente triste, pues creía que dominaba a su mujer, pero lo cierto es que, en contra de su voluntad, Ana decide salir en procesión, aunque había llegado a la conclusión de que esto ridiculizaría a su Marido:
“ ¿no iba a estar en ridículo aquel marido que tenía que ver a su esposa descalza, […]”

En este último fragmento podemos ver claramente las tres fuerzas que Ana tiene en cuenta: el Magistral, Vetusta y su propia voluntad.
Finalmente, va a salir en procesión sin querer realmente, por una promesa al Magistral, por lo que vemos como la fuerza de este  es más fuerte en este caso que la voluntad misma del personaje.











domingo, 22 de junio de 2014

MIMETISMO EN LA CONTRARREVOLUCIÓN.



El Miércoles 7 de mayo participé como oyente en  la ponencia llamada  “José García de León y Pizarro: un antirrevolucionario en la contrarrevolución” del I Congreso Internacional Liberal: la represión absolutista y el exilio.
Esta conferencia fue expuesta Juan Luis Simal Duran que, basándose en la información que recaudó para su tesis doctoral, en esta misma, y en memorias y otros documentos contrastados, nos dio luz sobre la vida de José Pizarro;
Según lo dicho en el citado evento, Pizarro rechazaba las medidas de represión de Fernando VII;  Buscaba  llegar a un cierto orden monárquico que diera modernidad  a España usando la clemencia como arma propia. Pizarro consideraba que había que sustituir la represión por un acercamiento, y que las medidas debían impulsarse desde una perspectiva general. Para él las reprensiones promovían el desorden y daban una mala imagen de España en el extranjero, donde pensaban que Fernando VII era un despiadado que hacía crueldades en España, adquiriendo así el rol de tirano. Este era unos de sus focos de preocupación, ya que las gacetas extranjeras rebajan el honor e imagen nacional.
Desde niño fue educado para practicar la diplomacia. La transición política de España no le afectó y se adapta a las circunstancias. Fue servidor de una monarquía, consejero y secretario de Estado además de embajador en Prusia.
Siendo secretario de Estado aplicó una política moderada, lo que se consideró como traición a la monarquía, por lo que fue expulsado del gobierno y desterrado.En 1823 sale del exilio y en 1830 Fernando VII le devuelve los honores y distinciones.
En el exilio los liberales hacían conspiraciones revolucionarias para volver a España y cambiar el régimen. Aunque también se dan otros hechos otros indicios como que antes de llegar a Prusia con los aliados, se encontraba en Francia y comenzó a informar a la monarquía española de las actividades en contra de los afrancesados.
Todo esto lleva a que la gente pensase que era un liberal encubierto o moderado. Asimismo su papel en la guerra de la Independencia tampoco estuvo claro.
Yo, saqué como conclusión que Pizarro tenía ideología liberal, pero que apoya las ideas contrarias para no vivir soportando hostilidades. Fue  un hombre mimético en cuanto a la política se refiere.
Aunque no sea muy conocido, tuvo una vida que no pasó sin pena ni gloria: en sus memorias dijo que nunca pensó llegar donde llegó.







El realismo en La Regenta

Nos encontramos ante un texto de La Regenta de Leopoldo Alas Clarín (1884-1885) que se enmarca dentro del vigésimo sexto capítulo.

Este fragmento puede dividirse en dos partes marcadas por el transcurso temporal: la primera parte tiene lugar a lo largo del Jueves Santo y podemos observar concretamente el momento en que la marquesa de Vegallana, Obdulia, Visitación y doña Petronila, quienes se encuentran reunidas en el gabinete de la marquesa, comentan la noticia impactante que se ha difundido por la ciudad de Vetusta: Anita Ozores, saldría de nazarena en la procesión del Viernes Santo. Asistimos, pues, a una escena puramente cotidiana, rasgo muy propio de la literatura realista, en la que las susodichas señoras muestran sus reacciones e intercambian sus impresiones acerca de la “locura” que está dispuesta a cometer la Regenta, pues consideran que no es un acto de devoción mesurado, sino de fanatismo irracional. Así, las protagonistas de esta escena se dedican a “poner a caldo” a la de Ozores, práctica muy común a lo largo de dicha obra en la que sus personajes están fuertemente marcados por el afán de aparentar con el fin de no convertirse en el punto de mira de las críticas del resto de habitantes de Vetusta.
Cabe destacar la visión tan antitética de la religión que muestran tanto la marquesa de Vegallana como Obdulia al tachar el acto de fe que se dispone a hacer la protagonista de espectáculo, mamarrachada e, incluso, diablura, lo cual no concuerda con esta acción devota.
A continuación, se narra la entrada del marqués junto a don Victor Quintanar con el que las señoras siguen comentando acerca de los hechos referentes a la protagonista de la obra. De esta manera, el lector es conocedor de la oposición del ex regente con respecto a las intenciones de su mujer. Asimismo, desvela de dónde ha salido la idea de su esposa: lo había visto en una procesión en Zaragoza.

En cuanto a la segunda parte de este extracto de la obra, tiene lugar ya en el día del Viernes Santo. Así, en un primer momento se hace referencia a los pensamientos de Fermín de Pas, el cual se enorgullece de sus triunfos: en cuestión de un par de días su autoridad se ha visto incrementada gracias a la conversión del ateo más importante de la ciudad, Pompeyo Guimarán, y al acto de penitencia que se dispone a hacer la Regenta y que simbolizará la sumisión de la mujer más importante de Vetusta al poder del Magistral.
Mientras tanto, en un segundo momento  la acción se centra en los pensamientos de la Regenta, quien se muestra arrepentida de su decisión de salir como penitente en la procesión, pues es consciente de que se trata de un acto en el que se va a exponer públicamente y suscitará las habladurías de los habitantes de Vetusta, uno de los grandes miedos de la protagonista.
Así pues, esta segunda parte está marcada por un rasgo muy propio del realismo: se exponen los pensamientos más íntimos de los protagonistas a través del estilo indirecto libre en el que el narrador desaparece dando lugar a la reproducción exacta de las cavilaciones de los personajes. Del mismo modo, es un recurso realista el uso del lenguaje coloquial y relajado utilizado en la conversación que mantienen las féminas en la primera parte de este fragmento.

Se trata pues, en conclusión, de un fragmento propio del realismo en el que se representa de forma verosímil un trozo de vida perfectamente enmarcado espacio-temporalmente: se narran los sucesos que acontecen a la Regenta y a sus conciudadanos en los días de Pascua. 

viernes, 20 de junio de 2014

Comentario de La Regenta

En este fragmento del capítulo XXVI de La Regenta (1884-85) leemos que Ana Ozores, protagonista de la obra, se dispone a salir en penitencia en la procesión del Viernes Santo vestida de nazarena y descalza, noticia que Vetusta concibe como inaudita : “La noticia estalló como una bomba”, “escuchaban pasmadas”.
Todos piensan que Ana está loca por salir descalza en la procesión, “esa mujer está loca” y la critican, como acostumbran a hacer siempre: “vestirse de mamarracho y darse en espectáculo”, “¿y el traje? ¿cómo es el traje?” “¿dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras?

Su marido, Quintanar, no se muestra muy a favor de que su mujer haga eso y acepta sin quererlo. Algunos personajes se burlan de él llamándolo “calzonazos”. Él mismo dice “mi mujer está loca, yo creo que está loca”, “cuando creía tenerla dominada” ,“cuando yo no dudaba de mi poder discrecional en mi hogar”. Aunque se muestre dominante delante de la gente y no acepte del todo que Ana salga en la procesión, al llegar a su casa, ese hogar en el que dice tener poder, observamos que es cierto eso que dicen de él puesto que en lugar de mostrarle su desacuerdo a Ana “prefirió encerrarse en el silencio... y el despacho”.
El Viernes Santo, a pesar de arrepentirse de la “locura” que ese día cometería, la regenta sale en procesión sin que nada ni nadie, ni ella misma, pudiese impedirlo.


En este fragmento encontramos numerosas características que adscriben la obra al movimiento literario desarrollado en la segunda mitad del siglo XIX, el Realismo.
En primer lugar, observamos que Clarín, autor de la obra, representa en este texto un trozo de vida de la ciudad vetustense,  marcada por el tiempo litúrgico, por ello este pasaje es muy representativo de la ciudad, que es muy religiosa y vive la Semana Santa con mucha devoción. Así pues, como el realismo literario tiende a representar la realidad, los autores se valen de algunos recursos para conseguir el efecto de realidad en el texto; entre estos recursos encontramos alusiones a realidades que son conocidas por todos, como en este caso es la repetida mención que se hace a la ciudad de Zaragoza con el objetivo de dar veracidad a lo narrado. También se leen algunas referencias a Rossini, un cantante de ópera italiano conocido en la época.
Otra característica visible en el fragmento es la abundancia del diálogo. Este diálogo es caracterizador de los personajes. Gracias al idiolecto de cada uno de ellos, somos conocedores de su carácter y personalidad. Así pues, cuando dialoga Quintanar con la marquesa, observamos que esa personalidad antes mencionada por boca de otros personajes, es el propio Víctor quien la confirma diciendo “Señora... mi querida Rufina..., esto es..., que como dice el poeta.... ¡No podían vencerme... y me vencieron!”. Asimismo, el idiolecto de Petronila y Obdulia, revelan su carácter chismoso y murmurador: “¿Marrón foncé?...-objetó Obdulia - . No dice bien...; otro sería mejor”.

Por otra parte, interesa también el flujo de conciencia de los personajes y la vida anímica de éstos.   Así pues, en este fragmento encontramos algunos ejemplos de ese flujo de conciencia  ya que, por ejemplo cuando el Magistral y Ana despiertan la mañana del Viernes Santo, el narrador nos revela sus pensamientos mediante el estilo indirecto libre que muestra los actos de pensar, sentir y percibir de los personajes.

Magistral: <<¿Llovería? Hubiera dado años de vida por que el sol barriera aquel toldo ceniciento y se asomara a iluminar cara a cara y sin rebozo aque día de su triunfo [...]Vetusta admirada, sometida, los enemigos tragando polvo, dispersos y aniquilados>>

Ana:<<¡Si lloviera!>>, << Yo soy una loca -pensaba-, tomo resoluciones extremas en los momentos de exaltación y después tengo que cumplirlas cuando el ánimo decaído, casi inerte, no tiene fuerza para querer>>, <<Sí, escándalo era; la mujer de su casa, la esposa honesta, protestaba dentro de Ana contra el espectáculo próximo...>>.

En referencia al narrador del fragmento, hay que destacar que se trata de un narrador omnisciente, pues se adentra en la conciencia de los personajes como apreciamos en los siguientes ejemplos: “Lo deseaba y le remordía la conciencia”, “recordaba que de rodillas...” ,“ se había jurado  a sí misma caminar así”, “pensaba también en su Quintanar”.

Para concluir, hablaremos un poco sobre el conflicto personal de Ana durante toda la obra, vemos como desde el principio es juzgada por cada acto que cometa. Haga lo que haga se hablará mal de su figura. Es un personaje determinado por el medio social. Ana Ozores es una romántica, marcada por el hastío de Vetusta intenta buscar un ideal para ella misma y para los demás. Ella necesita pasión en algo, un héroe del que apasionarse, como Álvaro Mesía, su seductor o una heroína, como Santa Teresa, quien le influye en su sacrificio religioso.
En este fragmento, cercano al final de la obra, vemos que su conflicto personal aún no se ha resuelto puesto que aunque se decanta por la vida beata, se arrepiente de ello antes de hacerlo porque piensa en el escándalo que será, en lo que dirán de su marido aunque finalmente acabará saliendo en procesión y será nuevamente criticada por todos.

Rosa Santiago Salmerón

"Un antirrevolucionario en la contrarrevolución"

El pasado 7 de mayo tuve la oportunidad de asistir a la ponencia sobre “José García de León y Pizarro: un antirrevolucionario en la contrarrevolución” del I Congreso Internacional Liberal: la represión absolutista y el exilio.

Juan Luis Simal Duran nos habló sobre la vida de José Pizarro, un personaje  que tuvo una vida agitada; dejó memorias sobre su vida, donde aseguraba que nunca pensó que llegara a donde llegó.

Desde niño fue educado en la diplomatura y siempre pensó que el cuerpo diplomático español se renovaría. La transición política de España no le afectó y se adapta a las circunstancias.
Fue servidor de una monarquía en crisis, consejero y secretario de Estado. También fue embajador en Prusia y no participó en la caída del régimen constitucional.
Durante su etapa  de secretario de Estado aplicó política moderada lo que se consideró como traición a la monarquía por lo que fue expulsado del gobierno y desterrado.
En 1823 sale del exilio acompañando a los liberales y en 1830 Fernando VII le devuelve los honores y distinciones.

Según lo expuesto en la ponencia, Pizarro rechazaba las medidas extremas de represión de Fernando VII y consideraba que las medidas más útiles para volver a un orden monárquico en calma era mostrarse clemente para así modernizar a España. Pensaba que las reprensiones alentaban el desorden. Además, en Europa pensaban que en España había una reprensión salvaje y Fernando VII era visto como un tirano que hacia crueldades en España.
Él estaba muy preocupado por la imagen nacional ya que las gacetas extranjeras rebajan el honor nacional. La imagen de la monarquía española en Europa era un deshonor, un “bochorno”.
Se mostraba muy crítico con los gobernantes europeos. Fue el mayor partidario de que se otorgara una amnistía a los exiliados.
En el exilio los liberales hacían conspiraciones revolucionarias para volver a España y cambiar el régimen. Pizarro consideraba que había que sustituir la represión por un acercamiento y que las medidas debían impulsarse desde una perspectiva general.
Sin embargo, también se dan otros hechos en su vida como que antes de llegar a Prusia con los aliados, se encontraba en Francia y comenzó a informar a la monarquía española de las actividades en contra de los afrancesados.
Todo esto lleva a que la gente pensase que era un liberal encubierto o moderado. Asimismo su papel en la guerra de la Independencia tampoco estuvo claro.

Tras este resumen sobre la ponencia, he de decir que me pareció muy interesante que se hablase sobre este personaje, poco conocido, ya que nunca escuché hablar de él en ninguna clase de historia. Asimismo, tras todo lo expuesto he llegado a la conclusión de que Pizarro parecía tener una ideología más o menos liberal pero busca su beneficio apoyando ideas contrarias para no caer en desprestigio y vivir de forma incómoda. Se podría decir que José García de León y Pizarro fue un “camaleón” en cuestiones políticas.

Rosa Santiago Salmerón

La estación de penitencia: La fe vehemente de Ana manchada por la crítica

El capítulo veintiséis de La Regenta es muy controvertido y la vez relevante debido a la gran carga argumental que posee. Para comprender la importancia de dicho contenido vamos a analizar las distintas actitudes de varios de los personajes de la trama.

Primeramente, observamos cómo la reunión de mujeres es el fiel reflejo del pensamiento de la sociedad vetustense, la cual se dedica a imponer unos dogmas irrefutables y todo lo que se aparta de ellos es objeto de crítica, como es la estación de penitencia de Ana Ozores.  
Entonces, ¿qué concepto es el que tienen los vetustenses sobre la religión? Según la Marquesa la religión ha de ser ilustrada, con devoción racional, y se deben realizar ciertas acciones de caridad; vestirse de nazareno, o de "mamarracho", como hará Ana es intolerable.
Por otra parte, encontramos la siempre egocéntrica personalidad de Obdulia que, más que en el acto de fe, se preocupa más de la exhibición, de las ropas y la combinación de colores y formas, es decir, centra su atención en lo estético; esto podemos establecerlo como simbolismo del mundo de apariencias que es Vetusta.
Por su lado, Visita hace crítica a la actitud del marido de la Regenta, don Víctor, cuya impasible personalidad se ve alterada por la rebeldía de su mujer. A pesar de su enojo, Quintanar no se enfrenta a Ana ni le recrimina nada; el ex regente se limita a refugiarse en la literatura y todo en su vida es equiparable a las comedias que lee, será este carácter de evasión quijotesca el detonante de su aciago final.

Esta acción de piedad de Ana suma otro triunfo para el Magistral, quien rebosa felicidad por la gloria conseguida días anteriores tras convertir al cristianismo al ateo Pompeyo Guimarán. Estas victorias no sólo suponen logros espirituales sino que lo engrandecen con respecto a sus rivales, especialmente Mesía, de cuyas garras consigue apartar a Ana llevándola por el camino de la fe. Ya en su día le demostró el Magistral su valía y superioridad cuando lo dejó en ridículo al salvar a Obdulia en el episodio del columpio.

No obstante, las calumnias que habían mermado la reputación y poder de Fermín junto con la música de la iglesia conmovieron a Ana y despertaron sus instintos protectores de madre, calor maternal del que ella careció siempre. La joven asemejó este sufrimiento del Magistral con el calvario de Jesús, tomó entonces el papel de Virgen María y decidió realizar estación de penitencia. Más tarde, Ana, que se mueve por impulsos, se arrepentirá de aquella decisión y empezará a dudar de ese atrevimiento anticipando las críticas que recibiría de la opinión pública.

¿Cómo acertar? ¿Qué acto ha de suponerse correcto para los ojos de esa crítica sociedad vetustense que oculta su hipocresía bajo el velo de un falso didactismo moral?
Es irrisorio cómo hacen feroz crítica del acto de fe de Ana cuando son ellos mismos los que avivan el escándalo dándole importancia y casi dejando en el olvido la muerte de Pompeyo Guimarán dos días antes. Mas no está esa actitud social muy alejada de la actual, donde no somos más que producto de lo que los demás desean; me permito la licencia de incluir un enlace a un ensayo filosófico donde hago reflexión sobre el tema

Finalmente, cabe mencionar las principales características del Realismo que encontramos en el fragmento aludido, entre las que destacan: el uso de un lenguaje coloquial para acercar la narración al mundo cotidiano como, por ejemplo, los vocablos y expresiones usados durante el coloquio de las mujeres ("mamarracho", "a regañadientes", "calzonazos", etc.); en las descripciones del narrador reinan la objetividad e imparcialidad, rasgos muy característicos de este movimiento; también se recurre continuamente al uso del estilo indirecto para expresar los pensamientos de los personajes; hallamos continuas alusiones al mundo de la época, como es la influencia francesa en la España ilustrada a través de la incorporación de extranjerismos ("marrón foncé", "cachet"); es, además, una manifestación realista la localización espacio-temporal ("El Jueves Santo llegó...", "En casa de Vegallana...", "El Viernes Santo amaneció..."). 


Alba González González

lunes, 16 de junio de 2014

I Congreso Internacional Liberal: La Represión Absolutista y el Exilio

En la tarde del 6 de mayo tuvo lugar la segunda sesión  del “I Congreso Internacional Liberal: La Represión Absolutista y el Exilio”.

Así pues, estas jornadas educativas han girado en torno a grandes figuras liberales del siglo XIX que sufrieron las consecuencias de la abolición de la Constitución de 1812, así como restauración de la monarquía absolutista por parte de Fernando VII.

De este modo, la sesión que nos ocupa la abrió Alejandro Pérez Vidal quien se centró en la figura de Bartolomé José Gallardo, escritor y poeta liberal que llegó a encabezar las listas de liberales perseguidos. Gallardo, que en 1812 había sido encarcelado por su publicación del Diccionario crítico-burlesco, se vio obligado a huir a Portugal y, posteriormente a Inglaterra, donde viviría exiliado y componiendo duras arremetidas contra el monarca absolutista hasta 1820, año en que se restauró el Régimen Liberal, lo cual le permitió volver a España y ocupar su antiguo puesto de bibliotecario del Congreso de los Diputados.

A continuación expuso Julián Recuenco Pérez acerca de Nicolás García Page. Este religioso, que vivió  “entre la prisión y el exilio”, pues fue encarcelado en varias ocasiones e incluso recluido en conventos, llegó a ser diputado liberal entre 1813 y 1814 y, posteriormente, en  1820.

La siguiente ponencia la realizó Felipe Rodríguez Morín y giró en torno a Miguel Domingo, quien sufrió la persecución absolutista por sus publicaciones en los periódicos más revolucionarios de la época, entre ellos La Aurora Patriótica Mallorquina o La Antorcha.

Seguidamente tuvo lugar la exposición de Alberto Romero Ferrer acerca de los escritores Martínez de la Rosa y José Joaquín de Mora. Así, a través de una comparativa entre ambas figuras, que son dos polos opuestos, nos muestra por una parte al escritor que quiere triunfar en la época (de la Rosa) frente al compositor que adopta una actitud de desengaño y escepticismo. De este modo, Romero Ferrer se vale del drama de Martínez de la Rosa La Rebelión de los Moriscos para hablarnos sobre el deseo del escritor de mostrar en sus obras distintos modelos de nación con los que elaborar un concepto de sujeto moderno europeo. Por otra parte, se vale la publicación de Leyendas españolas de José Joaquín de Mora para mostrarnos el registro totalmente diferente que el escritor adopta en sus obras.
En definitiva, Romero Ferrer mostró dos polos opuestos de un mismo imán, es decir, dos escritores liberales que afrontan su escritura de maneras muy distintas.

Por último, José Saldaña rompió la tónica general de las ponencias y no se centró en ninguna figura literaria liberal, sino que su exposición giró en torno a la Guerra de Independencia en la España occidental.


En conclusión, fue una jornada muy educativa e instructiva en la que los exponentes mostraron de forma distendida la realidad que vivieron grandes figuras liberales durante la Restauración del Régimen Absolutista de Fernando VII.

sábado, 7 de junio de 2014

Meléndez Valdés, un escritor prolífico

A pesar de la pesimista idea que se suele tener acerca de la poesía del siglo XVIII, idea estimulada quizá por desconocimiento, no debemos dejar en el olvido a grandes literatos de entonces. Uno de los autores más célebres de la época fue el pacense Juan Meléndez Valdés, quien gracias a la variedad de registros temáticos y estilísticos que exhibe en su obra nos ayuda a obtener una idea general de cómo era la poesía setecentista.
Para ilustrar lo mencionado anteriormente vamos a desglosar varios de sus poemas, podremos así contrastarlos y ver los diferentes movimientos que tenían cabida en la lírica dieciochesca.

En primer lugar trataremos el poema De mis niñeces, encuadrado en sus odas amorosas; en él se cuenta cómo el transcurso del tiempo hizo que el escritor transitara de la inocencia de la niñez y los juegos con su amiga Dorila, musa poética imaginaria, al surgir de los sentimientos amorosos entre ellos; amor que aparece proyectado en la naturaleza con imágenes como la de las tórtolas. Debemos, pues, localizar estas estrofas dentro de poesía amorosa de la etapa rococó.
Dentro de esta estética rococó podemos incluir también su poema A unos lindos ojos; se trata de una letrilla de temática amorosa similar a aquellas que cultivaron durante el Barroco autores como Góngora. De ella destacamos el carácter folclórico, a imitación de las canciones populares, y la musicalidad que aportan la rima consonante y la repetición del estribillo.

Más adelante la poesía de Meléndez Valdés va adquiriendo una estética diferente; las oraciones se van tornando más complejas y se reducen tanto las rimas como la musicalidad de las composiciones, introduciéndose así dentro de la corriente neoclasicista. Esta transición la podemos observar en el romance XV Los segadores donde se desarrolla una poesía filosófica y didáctica; en ella se exalta la labor de un campesino llamado Plácido que anima a los jóvenes segadores a trabajar y desarrollar la virtud y la generosidad. Cabe decir que la inclusión de figuras costumbristas en la lírica, como es la del segador, es característica de la poesía ilustrada en su intento por conseguir la igualdad social de los ciudadanos.

No obstante, este neoclasicismo lírico del que hablamos se va modificando; los versos van siendo más prosaicos y en ellos se introducen las inquietudes y los sentimientos del poeta, lo cual nos anticipa la poesía que se desarrollará más tarde durante el Romanticismo. Este matiz que se añade al Neoclasicismo dará lugar a un movimiento subyugado al mismo denominado Neoclasicismo Heterodoxo.
Dentro de esta nueva estética podemos destacar los poemas de temática religiosa y filosófica de Meléndez Valdés, como la oda La presencia de Dios; en ella el poeta habla de la omnipresencia de Dios, de su carácter hacedor y regenerador y de la fe tiene en él.  Son rasgos destacables del poema la gran extensión de las oraciones, la abundancia de encabalgamientos y el simbolismo intertextual tomado de poetas místicos y ascéticos, como la llama (Santa Teresa de Jesús), el monte y la noche (San Juan de la Cruz), entre otros.


Tras este escueto análisis, y gracias a la figura de Juan Meléndez Valdés, podemos sintetizar en qué consistió la lírica setecentista y dilucidar la pluralidad estética que se desarrolló en esta etapa de la Literatura Española.

Alba González González

viernes, 6 de junio de 2014

La fantasía, la supersticción y el elemento legendario en el cuento romántico

En la tendencia cuentística desarrollada a lo largo del Romanticismo una de las notas fundamentales fue el carácter legendario que los relatos contenían; en esta evocación fantástica era muy recurrente el tratamiento de seres fantasmagóricos y diabólicos.
Existe una fascinación en la época por aludir a temas relacionados con la muerte y la desgracia; en múltiples ocasiones se lleva a cabo a través de la incorporación al relato de seres que tras una dolorosa, agónica o atroz muerte vuelven al lugar donde habitaron con apariencia monstruosa para vengarse o realizar fechorías y provocar desgracias.

En dichos relatos se enfrentan continuamente la fe en lo legendario y la incredulidad de ciertos personajes hacia esas historias fantásticas. Dicha contraposición la podemos observar en cuentos como El aparecido o La dama blanca de Baden, obras que comparten numerosas similitudes.
En ambos relatos se nos presenta primeramente a un personaje foráneo que acude a un lugar donde acaece una leyenda, que más tarde le será narrada por un anciano del lugar.
Entonces dará comienzo el relato fantástico donde muerte, venganza y misterio tomarán las riendas. En el caso de El aparecido es un hombre adinerado quien, tras morir agonizante tras recibir una coz, se aparece durante la noche por los alrededores de su villa para atacar a los animales y cometer estruendosas acciones, provocando así el terror de los vecinos. Cabe decir que esta historia es muy similar temáticamente a la obra escrita por Washington Irving titulada La leyenda del jinete sin cabeza, donde es también un ser fantasmagórico quien cabalga por las noches sembrando el terror en la población.

En cambio, en La dama blanca de Baden es una hermosa joven el ser monstruoso que provoca la desgracia en la dinastía de los duques de Baden; es una maldición que acaece en el linaje de los Baden desde que uno de sus antepasados estuviera a punto de casarse con esa joven viuda, la condesa Olamunda, pero decidió abandonarla cuando descubrió la crueldad de ella por asesinar a sus hijos para poder contraer nupcias con él. Desde aquel momento a todos los descendientes Baden se les aparece una dama blanca como reminiscencia de que la muerte se les avecina. Esa dama es la protagonista de un cuadro conservado por la familia Baden en el cual se la describe empalidecida, con cabellera negra, unos labios rojizos y una mirada enigmática y penetrante, rasgos que se corresponden con el prototipo de “femme fatale”, tan de moda en la literatura romántica y que más tarde desarrollaría la industria cinematográfica.


Debemos también destacar la evidente similitud del relato con La dama pálida de Alejandro Dumas, donde también una maldición determina el destino de la noble familia de los Brankovan, cuyos descendientes Kostaki y Gregoriska se disputan el amor de la hermosa Edvige. El elemento fantástico lo añade la figura de Kostaki que tras morir se torna en vampiro y acude todas las noches a la alcoba de Edvige para atacarla. El aciago final impuesto por la maldición acabará con la vida de los dos jóvenes hermanos.

Podemos añadir que es muy probable que Bram Stoker se sirviese años más tarde de esta tradición fantástica para elaborar su celebérrima obra Drácula.

Es, por tanto, reseñable la conexión que se establece entre los relatos románticos mediante la incorporación de elementos plagados de fantasía, leyenda y superstición.

Alba González González