martes, 25 de marzo de 2014

Poesía del siglo XVIII

Entre los temas destacados en la poesía que se cultiva en el siglo XVIII encontramos la reelaboración del tópico menosprecio de corte y alabanza de aldea a través del campesino que no es noble por su linaje pero sí por su virtud, es decir, que su humilde y constante trabajo lo hará merecedor del título de “noble”. Por ello, encontramos que la labor del campo es más digna y noble que las actividades realizadas por los cortesanos de la ciudad. Relacionada con esta idea, se sostiene la tesis de que con el trabajo bien hecho se consigue el bienestar propio y el de la comunidad. Sin embargo, se cree que la sociedad cortesana del siglo XVIII, está corrompida por la ociosidad, los vicios y la riqueza del dinero.


Para tratar estos temas, empezaré haciendo mención al poema de Diego Torres de Villarroel, El presente siglo, donde el poeta, a través de la ironía nos presenta que los cortesanos solo miran su propio bienestar sin cuidarse de aportar nada a la sociedad. Por medio de preguntas retóricas cargadas de ironía cuestiona el poder del dinero, el cual trae confusión social, que lleva a la ociosidad, algo que es condenado por el utilitarismo ilustrado en literatura, ya que la Ilustración, movimiento ideológico característico de este siglo, pretende instruir y reformar a la sociedad. Estas ideas las encontramos reflejadas en frases como “no tienen razón los cortesanos porque ahora se quejan de viciosos” o “todo es riqueza y gustos poderosos”.

Volviendo a la idea del tópico menosprecio de corte y alabanza de aldea; observamos su plasmación en la oda XL de Juan Meléndez de Valdés, de mi vida en la aldea, en donde la voz poética se refugia en la tranquila aldea, del ajetreo de la ciudad. Allí es feliz contemplando el trabajo humilde de los campesinos, alejado de los juegos y vicios de los cortesanos. En su retiro en el campo, desde la lectura, observa “la ley portentosa que gobierna el universo”, entendido como la ciudad llena de corrupción. En la aldea hay armonía y respeto, “todos hablan a un tiempo”. Esta frase se puede relacionar con una que aparece en El pastor y el filósofo  de Félix María Samaniego, y que dice así: “hablar molesto e importuno es digno de desprecio”, ya que también trata el tópico menosprecio de corte y alabanza de aldea, reflejado en ejemplos como “sé que el género humano en la escuela del mundo lisonjero se instruye en el doblez y la patraña”.


Aquí encontramos que se alude a la naturaleza, la aldea, como el verdadero conocimiento. El autor nos presenta a un pastor anciano que vive en su choza feliz y tranquilo sin riquezas materiales alejado de “los confusos pueblos”. Para concluir, volvemos a la idea del campesino virtuoso que con su esfuerzo consigue ser noble y que en la siguiente frase se observa claramente: “sus canas, su experiencia y su virtud le hicieron finalmente respetable varón”.


    Rosa Santiago Salmerón

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