José Marchena
(Sevilla, 1768), fue un escritor y político liberal, fervoroso y entregado a la
causa napoleónica que participó en la revolución francesa. Pasó la mayor parte
de su vida en Francia, huyendo de la inquisición española, por lo que gran
parte de su obra se encuentra escrita en el idioma franco.
Este poeta se nutrió
de pensadores ilustrados de la talla de Rousseau, Smith o Voltaire; muchas de
las obras de Voltaire fueron traducidas por él, que contaba con una formación
densa de tipo histórico, económico y sociológico.
En el poema Oda a la Revolución Francesa, este autor
nos manifiesta su satisfacción debida a la llegada del fin del antiguo régimen
y el derrocamiento del absolutismo. Se hace alusión a personajes mitológicos
para ayudar a resaltar este sentimiento de alegría: aparece Aristeo, personaje
mitológico al que las ninfas le enseñan a tocar el arpa (la música está
relacionada con celebración), o Filis, que también es un personaje mitológico,
y que en ciertos poemas encarna a la pastora sencilla, enamorada, y habitante
de ese “locus amoenus” reflejado en composiciones de, por ejemplo, Lope de Vega. Para él, Francia
habría conseguido descubrir ese locus amoenus en el que, tal y como se dice en
el poema de Diego de Torres Villaroel El
presente siglo: “vale más de este siglo media hora, que dos mil del pasado
y venidero”. Eran tiempos mejores, que ellos mismos (el pueblo y la burguesía)
habían amasado con esfuerzo y tesón.
También se habla de
la importancia de la sapiencia, poniendo de manifiesto su agradecimiento a la
filosofía, a la cual mediante una personificación, alaba hasta el punto de
hacerla culpable de la libertad de los franceses.
Este poema refleja
magníficamente la forma de pensar de los hombres de la ilustración del siglo
XVIII, según los cuales, mediante la razón, la luz, se llegaba a ese mundo
mejor donde no cabía la tiranía de reyes como Fernando VI o Carlos III en
España.
En resumidas cuentas,
se reivindica, en esta composición, la libertad en su máximo esplendor, o tal y
como la entendían los ilustrados. Esta les llevaba lejos de las cadenas que
suponía el feudalismo.La libertad es la que guía al pueblo, como en este cuadro de Delacroix, en la que aparece con forma de mujer.
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