domingo, 30 de marzo de 2014

El siglo del pueblo



El siglo del pueblo

Si tenemos que hablar de la sociedad del siglo XVIII, no podemos eludir la importancia que tenía la iglesia en este siglo y en siglos anteriores. A través de la Inquisición, la iglesia establecía las normas y valores que regían la moralidad en la sociedad de la época, de este modo actuaran de forma conjunta contra aquellos, que no respeten los valores morales establecidos.

Uno de los autores que se vio afectado por esta institución fue el sevillano José Marchena, como bien define en su poema “de la inquisición”. Debido a la continua persecución hacia su persona, se vio obligado a exiliarse en Francia donde escribió una de sus poesía más conocidas “La Revolución Francesa” donde hace referencia a como su bronca voz grita “libertad”, vemos la oscuridad y el terror que está sometido el pueblo francés y que actúa como ponzoña de la libertad, hay que decir que José Marchena participo en la revolución francesa y además de forma muy activa.
 
Si entramos en el tema de la revolución, no podemos pasar por alto las obras de Manuel José Quintana, en una de ellas “a la revolución de Marzo” que se da en España, observamos la misma situación que en Francia, un pueblo que se subleva contra el poder, vemos una monarquía que se cree dueña de todo occidente, cuando realmente hay pobreza, hambre y miseria. Hace muchas referencias al hierro como símbolo de la fuerza opresora, el tema de la patria también está plasmada aquí y lo vincula en algunas partes con personajes bélicos como puede ser Marte o Atila, hay un trozo de esta obra que la define «¡Antes la muerte que consentir jamás ningún tirano!».
   
La sociedad del siglo XVIII se rebela contra el poder, esa es la idea base de la que tenemos que partir, un tópico que heredamos de los siglos de oro es el menosprecio a la ciudad y a la corte, como bien se hace referencia en la obra de Antonio de Guevara, hay un mayor interés al vulgo, a lo común. Otro aspecto importante de la época es que comienzan a estrecharse los lazos del pueblo, se da un paso hacia la tolerancia, como bien vemos en la poesía “El triunfo de la tolerancia” de Alberto Lista, en una tierra donde el “cetro” hace de brazo ejecutor del poder y que invade de oscuridad, este escritor promueve la paz, la tolerancia y la amistad hermosa.

En este poema también vemos que trata el tema de la patria, pero no con un tono positivo, se nos habla de las guerras y de la sangre derramada que han pasado de forma inadvertida bajos los ojos de los reyes y como la libertad del vulgo es ceniza para aquellos que mandan.

jueves, 27 de marzo de 2014

La revolución francesa y la poesía.


José Marchena (Sevilla, 1768), fue un escritor y político liberal, fervoroso y entregado a la causa napoleónica que participó en la revolución francesa. Pasó la mayor parte de su vida en Francia, huyendo de la inquisición española, por lo que gran parte de su obra se encuentra escrita en el idioma franco.
Este poeta se nutrió de pensadores ilustrados de la talla de Rousseau, Smith o Voltaire; muchas de las obras de Voltaire fueron traducidas por él, que contaba con una formación densa de tipo histórico, económico y sociológico.
En el poema Oda a la Revolución Francesa, este autor nos manifiesta su satisfacción debida a la llegada del fin del antiguo régimen y el derrocamiento del absolutismo. Se hace alusión a personajes mitológicos para ayudar a resaltar este sentimiento de alegría: aparece Aristeo, personaje mitológico al que las ninfas le enseñan a tocar el arpa (la música está relacionada con celebración), o Filis, que también es un personaje mitológico, y que en ciertos poemas encarna a la pastora sencilla, enamorada, y habitante de ese “locus amoenus” reflejado en composiciones  de, por ejemplo, Lope de Vega. Para él, Francia habría conseguido descubrir ese locus amoenus en el que, tal y como se dice en el poema de Diego de Torres Villaroel El presente siglo: “vale más de este siglo media hora, que dos mil del pasado y venidero”. Eran tiempos mejores, que ellos mismos (el pueblo y la burguesía) habían amasado con esfuerzo y tesón.
También se habla de la importancia de la sapiencia, poniendo de manifiesto su agradecimiento a la filosofía, a la cual mediante una personificación, alaba hasta el punto de hacerla culpable de la libertad de los franceses.
Este poema refleja magníficamente la forma de pensar de los hombres de la ilustración del siglo XVIII, según los cuales, mediante la razón, la luz, se llegaba a ese mundo mejor donde no cabía la tiranía de reyes como Fernando VI o Carlos III en España.
En resumidas cuentas, se reivindica, en esta composición, la libertad en su máximo esplendor, o tal y como la entendían los ilustrados. Esta les llevaba lejos de las cadenas que suponía el feudalismo.La libertad es la que guía al pueblo, como en este cuadro de Delacroix, en la que aparece con forma de mujer.






Comentario sobre la poesía del siglo XVIII

Podemos observar cómo los cambios políticos y sociales afectan al individuo y van incorporándose en la temática literaria. Las diferencias sociales originadas por el sistema estamental servirán de inspiración para numerosos poetas que, cada vez más, se van a interesar por la preocupación del individuo. Desde el Siglo de Oro ya se va anunciando esta actitud con la incorporación de imágenes costumbristas en el arte, por ejemplo en Romances y letrillas de Góngora observamos cómo junto a la idealizada imagen de “donna angelicata” van incorporándose muchachas de barrios y viejas. Este movimiento se va agudizando más en el siglo XVIII, cuando los autores incluyen en sus obras a personas de la vida cotidiana en lugar de personajes célebres, acercándose así a la realidad de la época.

Un ejemplo de ello es la fábula El pastor y el filósofo, de Félix María Samaniego, que hace referencia a la sabiduría de un viejo pastor, adquirida a través de la naturaleza. En esta obra se hace una crítica a la importancia que se le da al conocimiento aportado por los libros y las escuelas en detrimento del que nos ofrece la experiencia cotidiana y la observación más rudimentaria. El pastor protagonista dialoga con el filósofo acerca de la meditación y la experiencia como bases para alcanzar la ciencia y la virtud: “Con la ciencia que engaña ¿quién podra hacerse sabio verdadero? Lo poco que yo sé me lo ha enseñado naturaleza en fáciles lecciones: un odio firme al vicio me ha inspirado; ejemplos de virtud da a mis acciones (…)”, “Vierte el género humano en sus libros y escuelas sus errores; en preceptos mejores nos da naturaleza su doctrina (…)”.

Es ese desarrollo de la virtud otro tema fundamental de poemas como Los segadores, de Juan Meléndez Valdés, y En alabanza de un carpintero llamado Alfonso, escrito por Nicasio Álvarez Cienfuegos. El primero es una poesía filosófica en la que se exalta la labor del campesino y la armonía de la naturaleza. El protagonista Plácido entona una canción animando a los jóvenes trabajadores a segar; en dicha canción se retoma, como en El pastor y el filósofo, el tópico del puer-senex: “De un pobre anciano ved cómo las manos flacas os dan del trabajo ejemplo y a las vuestras adelantan (…)”. También se resalta el orgullo por el trabajo realizado: “Con voces alternadas de la honrosa agricultura resonad las alabanzas (…)”                                  
           
En el otro poema mencionado, En alabanza a un carpintero llamado Alfonso, el poeta llora la muerte de un carpintero, a través de la cual reivindica la importancia social del trabajador humilde en contraposición de la nobleza ociosa no virtuosa. Asimismo, cabe mencionar la importancia que representan en los poemas objetos ordinarios como la espiga o el escoplo, símbolos del trabajo y la virtud conseguida mediante el esfuerzo, único consuelo del obrero pobre.

No obstante, esta escisión social en la que la sociedad humilde es oprimida por la nobleza y por el despotismo de altos cargos políticos se verá recompensada, en cierto modo, con la proclamación de la Primera Constitución Española en 1812, hecho al que cantará Francisco Sánchez Barbero en su poema Patriotismo.




Alba González González

La nobleza inútil en época ilustrada

Si atendemos a la literatura del siglo XVIII de nuestro país y nos centramos en lo que concierne a la sociedad, podemos encontrarnos con la recurrente aparición de un tópico propio de la época: el noble inútil.

Poniendo nuestra atención en el campo de la poesía, se observa su reiterada aparición en las composiciones de los poetas ilustrados de la época. Podemos contemplarlo, pues, en el soneto Ciencia de los cortesanos de este siglo, del Diego de Torres Villarroel, quien nos presenta un conjunto de versos llenos de sátira y burla al más puro estilo quevedesco, en los que critica al noble de sus tiempos, ese hombre aristocrático, narcisista, que se preocupa más de sus apariencias y de mantenerse ocioso que de formarse intelectualmente.

Esta  misma línea crítica podemos encontrarla también en composiciones como En alabanza de un carpintero llamado Alfonso, de Cienfuegos. Así pues, este autor se encarga de plasmar una opinión ya no burlesca del tópico, sino exacerbada, que une con la temática de la virtud, de  manera que dicha condición se había atribuido hasta la fecha a la nobleza, pero este estamento se encontraba cada vez más apegado a la vida ociosa y, por tanto, menos preocupado por su virtualidad.

Como contrapunto a los poemas anteriores hallamos composiciones semejantes a A los caballeros alumnos del Real Seminario Patriótico Vascongado, del célebre reformista Samaniego. Sus versos, pues, se presentan como un canto que pretende estimular y alentar a los jóvenes de la época para que se formen, para que continúen “marchando al templo de Minerva”. Cabe resaltar, además, la apelación a la figura de Esopo que el escritor hace en sus últimos versos, pues dicho autor es famoso por sus fábulas, a cuya lectura invita a los jóvenes pertenecientes al Seminario con el fin de transmitirles enseñanzas didáctico-morales. Así, la preocupación del poeta por la formación de la juventud de su época no es de extrañar en tanto que atendemos a su inherente carácter ilustrado.
Caricatura de un ilustrado.

Como podemos observar, pues, en los primeros dos poemas que hemos mencionado se nos presenta la temática del noble inútil, mientras que en el de Samaniego podemos encontrar al precedente de su prototipo antitético. Es decir, habla de los nobles jóvenes que están en edad de formarse y que deben evitar caer en la desidia y en el pecado de no educarse. Así, estos ideales son totalmente inteligibles, pues se enmarcan dentro del siglo de las luces, en el cual se quiso combatir mediante la razón y los conocimientos contra la ignorancia o el autoritarismo, entre otros, con el fin de construir un nuevo mundo.


Para concluir, es preciso resaltar que esta crítica hacia la nobleza inútil del XVIII  y la preocupación por la educación que vertieron en sus composiciones tantos poetas, resulta coherente tan pronto como se atienden a los preceptos de la ilustración, pues como dijo un erudito de la época: “Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo”.



Liliana Gago Gómez

martes, 25 de marzo de 2014

Poesía del siglo XVIII

Entre los temas destacados en la poesía que se cultiva en el siglo XVIII encontramos la reelaboración del tópico menosprecio de corte y alabanza de aldea a través del campesino que no es noble por su linaje pero sí por su virtud, es decir, que su humilde y constante trabajo lo hará merecedor del título de “noble”. Por ello, encontramos que la labor del campo es más digna y noble que las actividades realizadas por los cortesanos de la ciudad. Relacionada con esta idea, se sostiene la tesis de que con el trabajo bien hecho se consigue el bienestar propio y el de la comunidad. Sin embargo, se cree que la sociedad cortesana del siglo XVIII, está corrompida por la ociosidad, los vicios y la riqueza del dinero.


Para tratar estos temas, empezaré haciendo mención al poema de Diego Torres de Villarroel, El presente siglo, donde el poeta, a través de la ironía nos presenta que los cortesanos solo miran su propio bienestar sin cuidarse de aportar nada a la sociedad. Por medio de preguntas retóricas cargadas de ironía cuestiona el poder del dinero, el cual trae confusión social, que lleva a la ociosidad, algo que es condenado por el utilitarismo ilustrado en literatura, ya que la Ilustración, movimiento ideológico característico de este siglo, pretende instruir y reformar a la sociedad. Estas ideas las encontramos reflejadas en frases como “no tienen razón los cortesanos porque ahora se quejan de viciosos” o “todo es riqueza y gustos poderosos”.

Volviendo a la idea del tópico menosprecio de corte y alabanza de aldea; observamos su plasmación en la oda XL de Juan Meléndez de Valdés, de mi vida en la aldea, en donde la voz poética se refugia en la tranquila aldea, del ajetreo de la ciudad. Allí es feliz contemplando el trabajo humilde de los campesinos, alejado de los juegos y vicios de los cortesanos. En su retiro en el campo, desde la lectura, observa “la ley portentosa que gobierna el universo”, entendido como la ciudad llena de corrupción. En la aldea hay armonía y respeto, “todos hablan a un tiempo”. Esta frase se puede relacionar con una que aparece en El pastor y el filósofo  de Félix María Samaniego, y que dice así: “hablar molesto e importuno es digno de desprecio”, ya que también trata el tópico menosprecio de corte y alabanza de aldea, reflejado en ejemplos como “sé que el género humano en la escuela del mundo lisonjero se instruye en el doblez y la patraña”.


Aquí encontramos que se alude a la naturaleza, la aldea, como el verdadero conocimiento. El autor nos presenta a un pastor anciano que vive en su choza feliz y tranquilo sin riquezas materiales alejado de “los confusos pueblos”. Para concluir, volvemos a la idea del campesino virtuoso que con su esfuerzo consigue ser noble y que en la siguiente frase se observa claramente: “sus canas, su experiencia y su virtud le hicieron finalmente respetable varón”.


    Rosa Santiago Salmerón

miércoles, 12 de marzo de 2014

Bienvenidos

Palabras y más palabras: instrumentos vitales. Medio de expresión; todo lo que somos, todo lo que percibimos.  Y después, la literatura: exaltación del amor a la palabra; punto cumbre.
Con este blog queremos comentar, objetiva y subjetivamente, cada una de las obras de las que oigamos hablar en clase de literatura española de los siglos XVIII y XIX, y datadas, por lo tanto, en ese período de tiempo. Cinco intentos de filólogo; cinco procesos de aprendizaje, opinando desde su ignorancia relativa a este mundo tan amplio, tan otro mundo: la literatura. Esperamos no armar demasiado jaleo;  ¿o sí?

Bienvenidos.      


"Libro: 'Botella al mar', se ha dicho. Pero con un mensaje equívoco, que puede ser interpretado de tantas maneras que difícilmente el náufrago sea localizado".             
                                                                                                                                                 ERNESTO SABATO



     Virginia Cairón Barcia.